“Hacía falta apoyo continuo para poder hablar de desarrollo”

05 Noviembre 2019 Noticias
“Hacía falta apoyo continuo para poder hablar de desarrollo”

Hace 25 años, Mia Adams lanzó la idea de ADA - Appui au Développement Autonome - una organización de desarrollo que proporcionaría apoyo a los más pobres para que pudieran dar vida a sus proyectos. La entrevistamos.

ADA fue fundada el 11 de mayo de 1994, y se lo debemos a Usted. ¿Cómo se le ocurrió la idea?
Antes de ADA, ya estaba involucrada en el apoyo al desarrollo; en primer lugar, porque tuve la oportunidad de acompañar a mi marido, a la sazón funcionario del Banco Mundial, en proyectos en África; luego trabajé con la ONG Frères des Hommes (Hermanos de los Hombres). Esto me hizo darme cuenta de que la ayuda “gratuita”, bajo forma de subvenciones y proyectos concebidos por donantes, generaba más dependencia de la recepción de ayudas que personas activas que desearan cambiar realmente algo en sus vidas.
Así pues, comencé redactando algunos artículos en revistas con el objeto de transmitir un mensaje que expresaba: “hay que acabar con este tipo de asistencia”. No me sentía cómoda yendo a poner dinero sobre la mesa y declarando “vamos a ejecutar tal proyecto”, sin plantearnos previamente la pregunta de si la población local lo consideraría como propio.
Estos fueron los hechos que dieron origen a la creación de ADA —Apoyo al Desarrollo Autónomo— en mayo de 1994: una organización que pretendía, y el nombre lo expresa bien, apoyar, vale decir acompañar a lo largo del tiempo, los proyectos que la gente necesitaba y que ellos mismos deseaban llevar a cabo. Entonces pasamos de activar poblaciones a activarlas, a ser protagonistas de su propio desarrollo. Era una manera de responsabilizar a la gente, de crear una dinámica que viniera desde la base y no impuesta desde arriba. ADA debía funcionar como facilitador mediante un apoyo externo, a la vez financiero y logístico, y a través de asesorías y capacitaciones. Eso implicaba que ADA escuchara a la gente y estudiara bien su situación antes de iniciar una cooperación; lo cual exigía rigor profesional y competencias.

Los problemas del desarrollo son múltiples: para para lograr la eficacia, es necesario especializarse. ADA eligió las microfinanzas. Mi formación profesional de economista me ayudó en este análisis. Las microfinanzas obligan a trabajar continuamente analizando y repartiendo. A partir del primer año, gracias al espíritu de apertura del gobierno de Luxemburgo, ADA lanzó una publicación periódica de análisis y reflexión en microfinanzas denominada “Diálogo”. Cada año, ADA organiza seminarios de reflexión con organizaciones de países en desarrollo y entidades especializadas en microfinanzas en Europa y otros lugares.
Muy rápidamente, ADA supo insertarse en redes microfinancieras internacionales tales como el Microcredit Summit, CGAP, WWB, USAID, Accion, Novib, etc. Esto le permitió enriquecer sus conocimientos técnicos y crear vínculos. Para activar los intercambios de conocimientos, ADA creó un centro de estudio, análisis y documentación denominado CEREMLUX (Centro de Investigaciones y Estudios en Microfinanzas de Luxemburgo).
Ahora bien, para poder hablar de desarrollo, se requiere brindar apoyo continuo. Así pues, un proyecto de 4 años no conduce a nada. Los primeros años, comenzamos con una serie de pequeños proyectos, con la diferencia de que había continuidad entre ellos. La idea de un desarrollo progresivo y continuo implica un acceso permanente a recursos financieros. Con el fin de facilitar tal acceso, ADA inició un programa piloto de garantías bancarias que permitió a la vez familiarizar al sector bancario luxemburgués con las microfinanzas, así como favorecer el acceso de los socios de países en desarrollo al financiamiento de sus bancos locales.
Algunos años más tarde lanzamos junto con el Gobierno luxemburgués y el BIL, un primer fondo de inversión: LUXMINT.


Las microfinanzas eran poco conocidas en la época. ¿Cómo hicieron para que su idea fuera aceptada?
En aquella época las microfinanzas eran prácticamente inexistentes, y sobre todo en Luxemburgo; la gente no entendía que los pobres pudiesen reembolsar sus préstamos, se percibía todo esto como deshonesto. Existía una idea preconcebida de que los pobres no saben hacer nada, que son incapaces; por lo tanto, deben depender de nosotros que somos mucho más ricos y desarrollados. Al principio, por lo tanto, tuve que luchar para hacer progresar esas mentalidades. Llevé a cabo exposiciones para transmitir el mensaje: “la pobreza no es una fatalidad”, implicando que los pobres pueden ocuparse de ellos mismos, ser responsables y activos. Escribíamos muchos artículos sobre las microfinanzas. Nuestro boletín “Diálogo” nos brindaba esta posibilidad, lo cual nos generó mucha publicidad en el exterior, creando la impresión de ser una gran organización. Nuestra participación en el Microcredit Summit en el momento de su creación con Muhammad Yunus, así como en el CGAP —aún una incipiente organización en la época— y en otras redes, nos ayudaron mucho a lograr aceptación en Luxemburgo, así como a reforzar nuestros conocimientos en materia microfinanciera. Para la organización de los seminarios, varios bancos —y la banca europea— nos abrieron sus puertas de par en par. La gente que venía del extranjero a participar en ellos percibía que todo esto debía ser algo serio. Sobre todo, continuamos siendo profesionales. Siempre he afirmado que seguíamos dos principios en la organización: en primer lugar, llevar a cabo actividades de desarrollo in situ; en segundo lugar, reflexionar, analizar y reforzar nuestros conocimientos a fin de mejorar nuestra efectividad en el apoyo a los socios del "Sur".  ADA siempre ha mantenido este hilo conductor.


¿Cuáles fueron las primeras reflexiones al momento de la creación de ADA, de los primeros proyectos?
El primer proyecto fracasó; se trataba un proyecto de capital de trabajo para pescadores en Mali, cerca de Kayes. Al llegar al lugar me di cuenta de que se había desviado el dinero destinado al proyecto. ADA por lo tanto les exigimos su reembolso. Lo cual era ciertamente difícil, pero deseaba respetar el principio que habíamos adoptado, es decir hacer que la gente se responsabilizara. Esto nos hizo entender que resulta muy complejo trabajar directamente con pequeñas microempresas. Por lo tanto, a partir de ese momento, ADA eligió actuar a través de organizaciones intermediarias —IMF o cooperativas— para llevar a cabo los proyectos.

ADA comenzó sus actividades con 300.000 francos luxemburgueses (unos 7.500€), que era muy poco. Resultaba necesario por lo tanto multiplicar los fondos. Así pues, comenzamos por pequeños proyectos para obtener capital, con el fin de poder llevar a cabo proyectos más importantes. El proyecto de garantías bancarias es un ejemplo de ello. La idea de las garantías era totalmente novedosa, pero permitía incorporar a los bancos luxemburgueses en la dinámica de las microfinanzas, así como también familiarizar a nuestros socios del “Sur” con el sector bancario local. Eso fue bien recibido tanto por el BIL como por el Gobierno. Realizamos un proyecto piloto para las garantías bancarias junto con 4 organizaciones: RCPB (Burkina), Kafo Jiginew (Malí), FIE (Bolivia) et ProEmpresa (Perú). Procedimos por lo tanto a depositar un fondo de 8 millones en el BIL en Luxemburgo, con un máximo de 2 millones por organización, en el cual participaron el Gobierno luxemburgués y ADA. El BIL nos pagaba entonces una tasa de interés bastante generosa sobre los fondos colocados. Y con este fondo, el BIL nos emitió 4 cartas de garantía. ADA supo acompañar a los socios en las negociaciones con los bancos locales para obtener créditos con un efecto multiplicador. Al final, obtuvimos un multiplicador de 10.


¿Sus actividades fueron bien acogidas por el gobierno de Luxemburgo?
El Gobierno recibió a ADA con beneplácito puesto que se trataba de apoyar un proyecto innovador e interesante. En Luxemburgo teníamos también la ventaja de estar en un ambiente financiero. Debido a su enfoque profesional, ADA no tuvo problemas para ser reconocido. El reconocimiento de ADA por parte de las redes internacionales fue ciertamente favorable. Pero existían, por otra parte, la reacciones de otras ONG que estaban muy acostumbradas aún a las donaciones y que nos criticaban a veces muy duramente, sobre todo en reuniones o entrevistas en la radio.


¿Cuáles fueron los primeros socios clave con quienes ADA colaboró?
Los primeros socios estaban en Malí (Kafo Jiginew), en Burkina Faso (FCPB), en Namibia, Sudáfrica, Bolivia (CONFÍE) y en Perú (ProEmpresa). En los intercambios de experiencias y conocimientos, hubo tantas personas que resulta difícil mencionarlas a todas: Dominique Lesaffre, de Rafad, —actualmente SIDI— fue un amigo y consejero invalorable. Igualmente Kimanthi Mutua, presidente de K-REP Group Limited en Kenia. Nunca realizamos proyectos juntos ya que K-REP era demasiado importante con relación a los fondos que ADA podía aportar. Sin embargo, llevamos a cabo innumerables seminarios, debates y análisis juntos. Damian Von Stauffenberg, de MicroRate, etc.


¿Cuál era el estado del sector cuando se separó de ADA?
Cuando me retiro de ADA, las microfinanzas ya se habían establecido en Luxemburgo. Algunas grandes ONG comenzaban a otorgar créditos, utilizando principios similares a los de ADA. No teníamos ningún problema para recibir fondos del Gobierno. Nuestra reputación tanto en el extranjero como en Luxemburgo era sólida. Antes de mi salida, preparamos bien a Axel de Ville para relevarme. Ahora que ADA es mucho más grande no puedo sino alegrarme del camino recorrido y decirme: “tuve razón en enfrentar este reto”.

Entrevista por Elodie Renard