“Tenemos que reforzar la independencia económica de las mujeres para romper el círculo vicioso de la pobreza”
Con el fin de reforzar su impacto, ADA ha identificado tres grandes retos que serán abordados en el conjunto de sus programas en los países en desarrollo. Se trata del cambio climático y la biodiversidad, la igualdad de género y el uso de las tecnologías digitales. ¿Cómo lo hace ADA en concreto? ¿Qué retos se plantean? Nuestros expertos explican el enfoque de ADA.
Parte 1: Entrevista con Aurélie Soetens, responsable de género en ADA
¿Por qué ADA decidió abordar la cuestión de la igualdad de género en sus programas?
Las mujeres siguen enfrentándose hoy en día a numerosas limitaciones y discriminaciones, ya sean intencionales o producto de la asunción de normas sociales y culturales (conocidas como «normas de género»), tanto en el ámbito privado como en el público.
En los países en desarrollo, estas limitaciones producto de las normas de género hacen que las mujeres se vean más afectadas que los hombres por problemáticas como el acceso al agua y a la energía, y la inseguridad alimentaria. En el mercado laboral, sus perspectivas son más limitadas: a menudo trabajan en la economía informal y sus condiciones laborales son peores. En muchos países, ni siquiera tienen acceso a ciertos sectores económicos.
Por lo tanto, las limitaciones a las que se enfrentan las mujeres se originan en normas de género construidas socialmente que dictan roles y comportamientos socialmente aceptables para las ellas. Estas normas, a menudo limitantes, dificultan su capacidad para acceder a los recursos y controlarlos, incluyendo los financieros.
Estas limitaciones normativas se encuentran así en el centro de un círculo vicioso: las desigualdades entre hombres y mujeres alimentan la pobreza, y esta, a su vez, refuerza estas desigualdades. Hoy en día, la lucha por la igualdad de género se considera un prerrequisito en la lucha contra la pobreza. ADA, como experto en finanzas inclusivas, se implica reforzando la autonomía económica de las mujeres.
En cuanto a la inclusión financiera, las normas de género y la discriminación pueden obstaculizar el acceso de las mujeres a servicios y productos financieros, tales como abrir una cuenta bancaria o suscribir una póliza de seguro. También crean restricciones en el uso de estos servicios y productos financieros. Estas restricciones de acceso y uso están relacionadas, por un lado, con la oferta y, por el otro, con la demanda.
En cuanto a la oferta, se observa que hoy en día la mayoría de las instituciones financieras no atienden adecuadamente a las mujeres. Es decir que los productos y servicios financieros que ofrecen no se adaptan del todo a la realidad económica y social de las mujeres. El ejemplo más común es el crédito, para el que se exige una garantía bajo la forma de título de propiedad, a pesar de que las normas de género en algunos países no permiten a las mujeres ser propietarias.
Luego, hay restricciones relacionadas con la demanda, y que provienen de las barreras estructurales que enfrentan las mujeres. Por lo general, las mujeres tienen un nivel de escolarización y de conocimientos financieros o empresariales inferior al de los hombres. Esto provoca deficiencias en los conocimientos y falta de confianza en sí mismas y en sus capacidades. Por consiguiente, no sólo hay menos demanda de productos y servicios financieros por parte de las mujeres, sino que su uso también se ve obstaculizado por estas desigualdades.
¿Cómo se propone ADA tener en cuenta las desigualdades entre hombres y mujeres en sus programas para lograr el acceso inclusivo de todos los participantes?
ADA trabaja en tres temas prioritarios: el fortalecimiento de las cadenas de valor agrícolas y forestales, el espíritu empresarial de los jóvenes, y el acceso a los servicios básicos. Debemos por lo tanto abordar no sólo los obstáculos a la inclusión financiera de las mujeres, sino también las limitaciones a las que se enfrentan en relación con cada una de estas cuestiones.
En primer lugar, hay que conocer a las poblaciones a las que nos dirigimos y las normas de género vigentes en cada entorno, a fin de identificar las limitaciones específicas a las que se enfrentan las mujeres. Luego intentaremos implementar medidas específicas para reducir o eliminar las barreras detectadas en el acceso y control de los recursos financieros, tecnológicos o productivos; en la adquisición de competencias; en la toma de decisiones, etc.
En ADA hemos definido un nivel mínimo de integración de la perspectiva de género que abarca dos aspectos principales: por un lado, garantizar el acceso inclusivo de todas las personas, hombres y mujeres, a las actividades que se llevan a cabo a través del proyecto y, por otro, velar por que nuestras actividades no refuercen las desigualdades de género. La implementación de este enfoque requiere un análisis de riesgos.
Por ejemplo, en el sector agrícola, al fortalecer una rama, existe el riesgo de excluir a las mujeres de las prácticas profesionalizadas que generan más ingresos. Así que hay que planificar actividades para evitarlo. Si, por ejemplo, el refuerzo de una cadena de valor requiere ahora el uso de una nueva tecnología, tenemos que asegurarnos de que las mujeres puedan acceder a ella desde el punto de vista financiero y de capacitación, y de que el uso de esta tecnología no vaya a generar represalias contra ellas.
En cuanto a los productos financieros, hay que garantizar que sus condiciones y características los hagan accesibles a las mujeres en cuanto a acceso y utilización. Para volver al ejemplo de la garantía, de ser necesario, se debe prever una garantía adecuada, como por ejemplo la posibilidad de dar en garantía el equipo que la mujer utiliza para su actividad. Para eliminar las barreras que dificultan el uso de los servicios financieros, también tenemos que garantizar que las mujeres adquieran los conocimientos y competencias necesarias para utilizar estos servicios, en particular a través de la capacitación financiera o digital.
En el futuro, ADA espera poner en marcha proyectos con al menos un objetivo dirigido a reducir o eliminar desigualdades entre hombres y mujeres. Esto se conoce como enfoque « con perspectiva de género », que abre un espacio para debatir las normas de género con los beneficiarios y todas las partes interesadas. Este enfoque incluye un análisis de riesgos para que el proyecto no perjudique a las mujeres y éstas no queden excluidas, así como objetivos, actividades e indicadores de igualdad de género para el seguimiento de los avances.
Por ejemplo, en Togo ADA llevó a cabo un proyecto piloto con la organización Lady Agri, cuyo objetivo era mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres dedicadas a la transformación de la mandioca y permitirles acceder a mercados más lucrativos, mediante la mejora de las herramientas y los procesos de producción, con el fin de aumentar sus niveles de ingresos.
¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta ADA en el marco de la integración de la dimensión de género en sus actividades?
Les contraintes rencontrées par les femmes en raison des normes de genre dépendent du contexte d’intervention. Parfois, elles se croisent avec d'autres types de discriminations basées sur l’âge, la religion, l'origine ethnique, le statut matrimonial, etc. Le défi c'est qu’il n’y a pas d'intervention standard à mettre en œuvre car il faut considérer plusieurs facteurs à la fois qui varient d’une population à l’autre. Lorsque nous analysons le contexte pour préparer notre intervention sur le terrain, nous devons identifier en priorité les barrières spécifiques sur lesquelles nous avons les capacités d’agir.
Las limitaciones a las que se enfrentan las mujeres como consecuencia de las normas de género dependen del contexto del proyecto. A veces se cruzan con otros tipos de discriminación por edad, religión, origen étnico, estado civil, etc. El reto es que no existe un tipo de intervención estándar que aplicar, porque hay que tener en cuenta varios factores al mismo tiempo, y éstos varían de una población a otra. Cuando analizamos el contexto para preparar nuestra actividad sobre el terreno, debemos identificar prioritariamente las barreras específicas sobre las que tenemos la capacidad de actuar.
Otro reto es que las «mujeres» no son una población homogénea. Hay que entender bien a quién nos dirigimos y para ello puede ser muy útil trabajar en colaboración con organizaciones que tengan un buen conocimiento del contexto local, y experiencia de trabajo específica en cuestiones de género.
Por último, es importante incluir de alguna manera a los hombres en todos los proyectos, incluso los dirigidos exclusivamente a las mujeres, al menos a través de una sensibilización inicial sobre las actividades previstas y los resultados esperados. El hecho de que las mujeres obtengan un crédito o aumenten sus ingresos puede llevar a una reorganización del poder dentro de los hogares, lo que puede causar estrés tanto para hombres como para mujeres, pero también frustración y, a veces, violencia. Se trata por lo tanto de escuchar tanto a las mujeres como a los hombres, y estimular su participación en los intercambios y la reflexión. Si de verdad queremos darnos los medios para propiciar un cambio, necesitamos que toda la comunidad, hombres y mujeres por igual, se sientan involucrados y confíen en el proyecto y sus efectos.
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